Cuando era pequeño, recuerdo que mi madre revisaba de vez en cuando mi mochila antes de salir al colegio. No lo hacía para desconfiar de mí, sino para asegurarse de que llevaba el almuerzo, los cuadernos y que no olvidaba la bata de plástica. Hoy, ese gesto cotidiano se parece bastante a lo que ahora llamamos “controles parentales”: una forma de vigilar y acompañar a nuestros hijos en un mundo digital lleno de riesgos y distracciones. Hoy hasta incluso algunas personas se quejarían de ese control de la mochila. ¿Tú qué opinas?
¿Qué son los controles parentales?
En pocas palabras, son herramientas tecnológicas que permiten a los padres limitar o supervisar lo que sus hijos ven y hacen en sus dispositivos.
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Pueden bloquear contenido inapropiado.
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Restringen el tiempo de uso.
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Ayudan a controlar qué aplicaciones se descargan.
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Ofrecen informes sobre el uso de móviles, tabletas o consolas.
Un ejemplo: imagina que tu hijo de 10 años quiere ver vídeos en YouTube. Con los controles parentales activados, tú decides qué tipo de contenido puede aparecer y cuánto tiempo puede estar frente a la pantalla. Es como poner un semáforo en verde, ámbar o rojo según la situación.
La otra cara de la moneda: la comunicación
Ahora bien, pensemos en otro escenario. Tu hijo adolescente llega a casa después de clases, se encierra en su habitación y pasa dos horas jugando online. Tú tienes dos opciones:
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Confiar únicamente en que un software limite el tiempo de pantalla.
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Sentarte a charlar con él, interesarte por el juego, preguntarle qué le gusta, qué amigos ha hecho y qué siente cuando pierde o gana.
El control parental puede frenar el tiempo, pero la conversación es la que educa. Los límites tecnológicos son útiles, pero no sustituyen lo que construimos en la mesa de la cocina, durante una caminata o antes de dormir.
Controles vs. diálogo: un ejemplo sencillo
Es como el cinturón de seguridad en el coche. Puedes obligar a tu hijo a ponérselo (control parental), pero si nunca le explicas por qué lo lleva, en cuanto tenga la oportunidad de quitárselo lo hará (falta de comunicación). La verdadera seguridad aparece cuando él entiende el sentido de usarlo y decide, por sí mismo, abrochárselo.
¿Qué funciona mejor?
La respuesta no es una contra la otra. Cada familia elige lo que mejor crea oportuno para su familia. Yo soy más partidario de la comunicación, pero respeto y entiendo que haya familias muy a favor de los controles parentales.
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Los controles parentales ponen límites prácticos y evitan daños inmediatos.
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La comunicación familiar construye confianza y autonomía a largo plazo.
Si necesitas más información, estoy para ayudarte.
Muchas madres y padres me dicen: “Sé que debo hablar con mi hijo, pero no sé cómo empezar la conversación”. Precisamente por eso he creado recursos pensados para guiarte paso a paso. 
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Porque al final, la mejor aplicación que podemos instalar en nuestros hijos no está en sus móviles, sino en nuestra forma de estar presentes, escuchar y acompañar.
