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Los nuevos códigos de los jóvenes: del balón en la calle al emoji cifrado

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¡Hola hola!!! Como decíamos antes…. ¿Qué tal andamios?

Recuerdo cuando era niño, allá por los años 80, que el código más complicado que usábamos era un silbido.
Dos tonos cortos y uno largo significaban que era hora de bajar a la calle. No había móviles, ni grupos de WhatsApp, ni redes sociales; bastaba con asomarse al balcón o con tocar el timbre del portal. Nuestro “lenguaje secreto” eran las canicas, las chapas, las cicatrices en las rodillas y los motes que duraban toda una vida.

Hoy, desde mi posición como policía local, veo que los códigos siguen existiendo… pero han cambiado de forma.
Los jóvenes siguen queriendo comunicarse, pertenecer, compartir y diferenciarse del mundo adulto, solo que ahora lo hacen en un idioma nuevo, que a veces ni los padres ni los profesores alcanzan a descifrar.
Y es ahí donde, si no prestamos atención, se abre un hueco enorme entre generaciones. Y es por eso, que hoy os escribo sobre los códigos de los chavales, porque la información es poder 😉

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1. De la calle al chat: el nuevo lenguaje invisible

Aquella infancia nuestra era analógica.
Si un amigo estaba enfadado, lo sabías por su cara, no por un estado de WhatsApp.
Si alguien se metía contigo, ocurría a la vista de todos y podías resolverlo —bien o mal—, cara a cara.
Hoy, en cambio, las discusiones, los juegos, los flirteos y hasta los insultos viajan en mensajes que desaparecen en segundos, adornados con emojis, abreviaturas y códigos que a veces parecen inocentes… pero no siempre lo son.

He intervenido en más de un caso de acoso digital.
Los padres me decían:

—Pero si yo miro el móvil de mi hija y no hay nada raro, solo números y caritas.

Y claro, ahí estaba el truco.
Lo que antes eran palabras claras, ahora son códigos cifrados: “CD9” (parents around, padres cerca), “1423” (I want to die), “POS” (parent over shoulder).
A simple vista, parecen juegos de adolescentes.
Pero para quien sabe leerlos, pueden ser señales de alerta.

2. Un idioma nacido de la rapidez… y del miedo a ser entendido

Cuando éramos niños, nuestra privacidad consistía en esconder el álbum de cromos o el cuaderno donde dibujábamos.
Hoy, los jóvenes viven rodeados de adultos que miran, supervisan, controlan.
Los móviles familiares, las cámaras, los historiales de navegación…
Así que crean su propio refugio: un idioma que los adultos no entienden.Palabras como “rizz”, “delulu”, “NPC” o “no cap” aparecen en las pantallas de sus móviles y, aunque para muchos adultos suenen absurdas, tienen sentido profundo.
“Rizz” es tener carisma, “delulu” es vivir en un mundo de fantasía, “NPC” se usa para alguien sin iniciativa, y “no cap” significa “en serio, sin mentir”.

Lo curioso es que la mayoría de estos términos vienen del inglés, de TikTok, de videojuegos o de la música.
Los jóvenes los adoptan, los transforman y los sueltan como si fueran monedas de una cultura paralela.
Y ese lenguaje, tan veloz y cambiante, les da identidad… pero también los puede aislar.

3. El espejo digital: cuando las palabras ocultan emociones

A veces, en comisaría, llegan chavales con situaciones complicadas: insultos en redes, difusión de fotos, exclusión en grupos.
Cuando hablamos con ellos, muchos reconocen que no querían hacer daño, que era “solo una broma”, “solo un meme”, “solo un emoji”.

Pero detrás de esos símbolos a menudo hay frustración, soledad o necesidad de atención.
En los 80, si te sentías mal, lo notaba el vecino, el profe o el amigo.
Hoy, esa tristeza puede esconderse tras una pantalla, entre frases como “estoy chill” o “todo bien”, aunque el rostro diga lo contrario.

El problema no son las palabras, sino la distancia que crean entre lo que se siente y lo que se muestra.
Y si los adultos no entendemos ese nuevo idioma, corremos el riesgo de no ver lo que realmente está pasando.

¿Te sabes expresiones? Te leo!

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